Diario Clarín – Fecha : 02 de Diciembre de 1999
Ustedes saben que en esta mesa tengo varios amigos y que a mí siempre me importó mucho el pensamiento del movimiento obrero. Por eso, los invito a que trabajemos juntos contra la desocupación y otros graves problemas. «Mi gobierno no le cerrará las puertas a nadie». Dicho con su mejor tono dialoguista, ése fue el mensaje que ayer le dedicó Fernando de la Rúa a la cúpula de la CGT, en lo que fue el primer contacto formal del presidente electo con las figuras más notorias del sindicalismo peronista. Los 23 dirigentes gremiales que ayer aterrizaron en el hotel Panamericano no quisieron ser menos que su anfitrión y por eso pusieron empeño en mostrar sus caras más amables. Así fue como cada palabra, reclamo o propuesta que formularon durante el encuentro, de casi dos horas, fueron acompañadas de promesas de colaboración para el éxito de la gestión que comenzará a andar el 10 de este mes. Cuando se hizo de noche y todo había terminado, de cada lado se animaron a ensayar un primer balance sobre los alcances de una reunión que los protagonistas calificaron de positiva y distendida. Por el lado de De la Rúa, sus voceros afirmaban que la charla fue el tiro de gracia contra el fantasma alimentado por los 13 paros generales con los que la CGT hizo la vida imposible al gobierno de Raúl Alfonsín.
«Se demostró que el próximo gobierno y la CGT pueden sentarse a la misma mesa. Los sindicalistas están con muy buena disposición y De la Rúa comenzó a imponer su estilo de negociación», fue la lectura del designado ministro de Trabajo y gestor de la reunión de ayer, Alberto Flamarique. De la Rúa lo apuntó varias veces durante la entrevista como el interlocutor que la CGT deberá privilegiar en sus relaciones con la administración aliancista. En el campamento sindical, más allá de alguna queja ligera por la austeridad gastronómica de la mesa -sólo se sirvió agua mineral y caramelos ácidos-, todos concluyeron que la relación con De la Rúa no pudo tener un mejor comienzo. Se destacaba como un logro la frontalidad con la que se plantearon los temas más urticantes de la agenda laboral: desempleo por las nubes, legiones de trabajadores en negro y parálisis de las negociaciones colectivas.
Encabezada por Rodolfo Daer, la multitudinaria delegación sindical que visitó a De la Rúa tuvo representantes de toda la paleta de colores de la interna cegetista.
Desde el mercantil Armando Cavalieri (referente de los poderosos «gordos» de la CGT) hasta el hace poco rebelde camionero Hugo Moyano, pasando por ultramenemistas como Antonio Cassia. Ninguno perdió la ocasión de manifestar su respeto «al veredicto del 24 de octubre». De la Rúa, en cambio, apareció acompañado de su vice Chacho Alvarez y de Flamarique, a quienes no se le escuchó decir esta boca es mía durante toda la reunión. Pero a los sindicalistas les llamó la atención el mutismo del líder del Frepaso, que hizo su aparición cuando el encuentro ya había comenzado. Alvarez entró al salón y apenas saludó a unos pocos sindicalistas «¿Por qué no saludás a todos los muchachos? Si tenemos tiempo…», dijo De la Rúa a Chacho, a quien no le quedó más remedio que acatar la orden presidencial. Para los sindicalistas del MTA (Moyano y el colectivero Juan Manuel Palacios, entre otros) hubo abrazos efusivos de parte de Alvarez. Para el resto, apretones de manos y algún ¿cómo andás?. «El Chacho no nos traga», confió un vocero gremial.
Como correspondía, De la Rúa abrió la charla. Y se quejó amargamente del «déficit fiscal tremendo» y de los problemas que viene enfrentando para darle un corte al tema del presupuesto del 2000.»El problema que tengo es que no puedo hacer un escándalo porque no quiero espantar a los inversores», se sinceró De la Rúa. Esto dio pie a los sindicalistas para cargar las tintas contra el FMI. «Ahora que no te vengan con exigencias de ajuste -aconsejó Cavalieri-, porque ellos sabían desde hace mucho lo que pasaba y en vez de plantarse con Menem se dedicaron a refinanciar los pasivos.
De la Rúa también escuchó un pedido para que en su gobierno «no se estaticen» las relaciones laborales. «¿Y eso qué significa?», preguntó el presidente electo. «Qué el gobierno no asuma como propio lo que quieren los empresarios, con sus pedidos de flexibilización y decretos laborales», se quejaron los que mandan en la CGT, felices de escuchar en labios de De la Rúa su deseo de visitar la sede de Azopardo «en los próximos días». Daer arrimó su propuesta, referida a la integración de un «consejo de trabajadores» para hacer equilibrio con el consejo de empresarios que asesora a De la Rúa. El presidente electo recogió el guante y habló de una «mesa de consenso», pero sin entrar en detalles. Más tarde, un cercano colaborador suyo descartó por completo la sugerencia del jefe de la CGT.
La CTA, con Storani
La Central de Trabajadores Argentinos (CTA), que agrupa al sindicalismo disidente, se reunirá hoy con el futuro ministro del Interior, Federico Storani. Encabezados por Víctor De Gennaro, los integrantes de la conducción de la CTA adelantaron que además de reiterar su oposición a un ajuste económico, tratarán con Storani «la situación de cientos de dirigentes procesados judicialmente por realizar distintas medidas de acción como paros, cortes de rutas y marchas».