Armando Cavalieri

Secretario General

Diario Página 12- Fecha : 02 de Diciembre de 1999

Dulce, muy dulce. Fernando de la Rúa y los sindicalistas de la CGT se trataron como los recién casados en la luna de miel. Si hasta las habituales rondas de café amargo fueron reemplazadas por puñados de caramelos Sugus. Ni el presidente electo habló de ajuste ni los dirigentes gremiales de medidas de fuerza. Todos coincidieron al analizar la crítica situación del país y todos se comprometieron a «consensuar» medidas para paliar la desocupación. El matrimonio, claro está, es por conveniencia. De la Rúa necesita un sindicalismo contenido. La CGT aspira recuperar los espacios de poder que fue perdiendo a lo largo de diez años de gestión justicialista. El presidente electo abrió la reunión en el Hotel Panamericano con un breve panorama de la realidad económica, obviamente muy distinta a la que ofrece por estos días Carlos Menem.
Rápidamente, Rodolfo Daer reconoció la «franqueza» de De la Rúa. Y le propuso formar un consejo tripartito -que incluya al empresariado- para estudiar maneras de revertir la situación. En verdad, la iniciativa del titular de la CGT no fue improvisada: ya había sido discutida entre los sindicalistas como una manera de equilibrar posiciones en el establishment, que tendrá su espacio en el consejo asesor presidido por el economista Fernando de Santibañes. -No vamos a hacer una mala lectura de las elecciones de octubre. Sabemos que la gente votó por el cambio y vamos a colaborar- se despachó Luis Barrionuevo para ratificar la impronta dialoguista de la central sindical. El dirigente gastronómico mantiene un diálogo fluido con Enrique Nosiglia, operador en las sombras del radicalismo. Con él negocia en estos días la manera de retener su estructura de poder en el PAMI, la obra social de los jubilados que quedará bajo la órbita del Ministerio de Acción Social.

Además de PAMI, fueron materia de conversación las obras sociales, el trabajo en negro y los elevados índices de desocupación. Sorprendentemente, la única voz disonante del encuentro fue la de Armando Cavalieri, un negociador nato. El mercantil dijo que el designado ministro de Defensa, Ricardo López Murphy, en su carácter de economista jefe de FIEL, debía saber de los números reales del presupuesto en vez de mostrar sorpresa. Durante la campaña, López Murphy fue blanco de las críticas de la CGT por proponer un recorte del 10 por ciento de los sueldos para equilibrar las cuentas. Después de ese «intervalo» siguieron tirándose flores. De la Rúa mostró la necesidad de «modernizar» las normativas laborales, pero siempre que se discutan dentro del marco de las convenciones colectivas de trabajo. Esto es, que tengan la aprobación de los sindicalistas. Como si fuera poco, el presidente electo aseguró que a iguales condiciones la Alianza priorizará la producción nacional frente a la extranjera. Hubo, en ese sentido, algunas propuestas de los dirigentes gremiales. Fue entonces cuando De la Rúa sugirió que las vuelquen a un escrito y se las giren a Alberto Flamarique, quien no abrió la boca durante toda la reunión.

El designado ministro de Trabajo no fue el único que optó por el silencio. Carlos «Chacho» Alvarez, quien se sumó a mitad del encuentro, prefirió mantenerse en un segundo plano. El vicepresidente electo sabe de las preferencias de las capitostes sindicales por los radicales en desmedro de los frepasistas. Aún así, el gesto del Chacho, quien saludó uno por uno a los presentes, tuvo un valor simbólico. A los postres, hasta los propios gremialistas se entregaron a las chanzas al observar el buen trato que le prodigaban los mandatarios electos.

-Está tan golosa la Alianza que nos recibe con toneladas de caramelos- exageró un sindicalista.

-Pero ojo muchachos, no nos confundamos que estos Sugus son de los ácidos- se despidió Barrionuevo.